sábado, 10 de septiembre de 2016

Lectura Misa del Dia Sabado Septiembre 10 2016


Sabado: de la XXIII semana del Tiempo ordinario

1 Corintios: 10, 14-22

Aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan.

Queridos hermanos: Huyan de la idolatría. Me dirijo a ustedes como a hombres sensatos; ustedes mismos juzguen lo que voy a decir: El cáliz de la bendición con el que damos gracias, ¿no nos une a Cristo por medio de su sangre? Y el pan que partimos, ¿no nos une a Cristo por medio de su cuerpo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan. Consideren al pueblo de Israel: ¿no es cierto que los que comen de la víctima sacrificada en el altar quedan unidos a él? Con esto no quiero decir que el ídolo represente algo real, ni que la carne ofrecida a los ídolos tenga algún valor especial. Lo que quiero decir es que, cuando los paganos ofrecen sus sacrificios, se los ofrecen a los demonios y no a Dios. Ahora bien, yo no quiero que ustedes se asocien con los demonios. No pueden beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios. No pueden compartir la mesa del Señor y la mesa de los demonios. ¿O queremos provocar acaso la indignación del Señor creyéndonos más poderosos que Él?

Del salmo 115


Señor, te ofreceré con gratitud un sacrificio.

¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. R/.

Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. R/.

San Lucas: 6, 43-49


¿Por qué me dicen 'Señor, Señor', y no hacen lo que yo les digo?

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos.

El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón.

¿Por qué me dicen 'Señor, Señor', y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida.


Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida".




Hermanos, el apóstol Santiago se dirige a un auditorio asiduo a la palabra de Dios, diciendo: “Poned, pues, en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos” No sería al autor de la Palabra a quien engañaríais ni al que os la anuncia, sino a vosotros mismos...El predicador anunciaría inútilmente la palabra de Dios hacia fuera si no la escuchara él mismo en su interior para ponerla en práctica... ¿Quién practica interiormente la palabra? Aquel que se guarde de los malos deseos. ¿Quién observa exteriormente? Aquel que “parte su pan con el hambriento” Nuestro prójimo ve lo que nosotros hacemos, pero no ve por qué motivo lo hacemos. Sólo Dios es testigo de ello. ¡Poned, pues, en práctica la palabra, no os contentéis de escucharla, os engañaríais a vosotros mismos! No engañaríais a Dios ni a su ministro. Yo no puedo leer en vuestro corazón, pero Dios que escruta los corazones sabe lo que hay en el hombre. Ve vuestro deseo de escuchar, vuestros pensamientos, vuestras decisiones, los progresos que hacéis gracias a su ayuda, la asiduidad de vuestra oración, las peticiones que le dirigís para obtener lo que os falta y vuestras acciones de gracias por sus beneficios. Pensadlo bien, hermanos! Si es loable escuchar la palabra de Dios ¡cuánto más lo es meterla en práctica! Si no la escucháis permanecéis en la negligencia y no podéis construir nada. Si la escucháis sin practicarla, no construís más que ruinas.

 El Señor nos da para ello una comparación muy pertinente: "El que escucha mi palabra y la pone en práctica es como un hombre prudente que construye sobre roca" Escuchar y poner en práctica es construir sobre roca... Escuchar sin poner en práctica es construir sobre arena. Rehusar incluso de escuchar la palabra es no construir nada. Que la bendición de Dios todopoderoso, padre, hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos libre de todo mal y peligro, amén.

Seguimos confiando y orando

Rossy y Alejandro
Pastoral Creciendo en el Amor

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